Corín Tellado es una escritora española (concretamente asturiana) que se hizo muy famosa en el siglo XX por su novela romántica. Para que te hagas una idea, en 1962 se la consideró la autora española más leída después de Miguel de Cervantes y apareció en el libro Guiness de 1994 como autora más vendida en español. Publicó más de 5000 títulos.
Las novelas que escribía Corín Tellado eran historias de amor. Conseguía describir la intensidad y la pasión, pero sin incluir escenas eróticas. Por ello, se la llamó la “inocente pornógrafa” en alguna ocasión.
Ada Miller, por otro lado, escribía novela erótica. Novelas que se traducían simultáneamente al inglés y al español.
Corín Tellado y Ada Miller son la misma persona, dos caras de la misma moneda que nos hacen pensar que tenemos que volver a separar lo de siempre, el sexo del amor. Por un lado, el amor, donde ha de haber romanticismo y pasión (algún día matizaremos todo esto). Por otro lado, y bajo pseudónimo, la erótica, el placer y el sexo.
Corín Tellado tuvo que sufrir, como (por desgracia) muchas mujeres en la industria, y más en aquellos años, el machismo de la época y los medios, juzgando su vida privada y comparándola con sus novelas. Porque se separó para no aguantar un matrimonio en el que no quería estar en una época donde eso no se hacía. Si escribes su nombre en el buscador, en la sección de noticias, aparecen muchos titulares al respecto. “La reina de la romántica que no conoció el amor”, “que no se enamoró nunca”, “que se casó de negro”, “que fracasó en el amor”… y un largo etc.
También sufrió la censura aun siendo capaz de esquivarla. Sus novelas románticas comenzaron a publicarse en plena dictadura y sus novelas eróticas se lanzan en plena transición. Estas últimas las publico bajo pseudónimo, un pseudónimo inglés concretamente, algo que seguimos viendo a día de hoy con otras autoras españolas de novela erótica, como, por ejemplo, Megan Maxwell.
Todo esto me lleva a preguntarme… ¿Es necesario esconderse para hablar de erótica bajo seudónimos y separándolo al máximo del resto de nuestra vida? ¿Sigue esto aun vigente? ¿Es que seguimos queriendo separar amor y sexo, como si eso pudiese ser posible? ¿No puede una mujer no medirse fuera de lo que es su vida personal?
Nos empeñamos constantemente en crear dos cajas, una para el amor y otra para el sexo. En la del amor, van todas aquellas cosas que consideramos “románticas”, que expresan amor. Gestos, canciones, cogerse de la mano, besarse, abrazarse, mimos, casarse, pareja… En la del sexo, todo lo relacionado con prácticas eróticas. Penetración, sexo oral, masturbación…
Realmente, solo hay una caja. Porque sexo es mucho más que las prácticas que hacemos, sino que tiene que ver con lo que somos y todo aquello que nos gusta. Por ello, no podemos entender el amor sin nuestro propio ser sexuado (haya prácticas o no de por medio).
Quizá la separación solo fue una estrategia de marketing para separar más un estilo de otro. O quizá, en aquellos años, lo que les pasaba a Corín y a Ada era que cada una debía tener su sitio. Una en una caja y otra en la otra. Separadas y sin rozarse. Separadas por un continente nominal.
Si dejamos de enfrentar el amor y el sexo y de verlo como dos caras separadas, si empezamos a verlo como un todo, encontraremos las respuestas que buscamos.
“El amor es la pregunta, el sexo es la respuesta”. Efigenio Amezúa.
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