El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de las Mujeres. Por eso hoy, con motivo de esta fecha, desde Pimentón Dulce os traemos una pequeña reflexión desde nuestro ámbito favorito: el bienestar erótico y el placer.
Desde hace siglos el deseo y erótica de las mujeres ha estado de alguna manera supeditados al de los hombres, con todo lo que esto conlleva. Da igual que nos vayamos a la antigua Roma, que nos parece mucho más lejana, o a épocas más recientes.
Hasta hace unos escasos 50 años no hemos empezado a darle relevancia al deseo de las mujeres como tal. Ni en cuanto a deseo, ni en cuanto a prácticas eróticas, ni siquiera en cuanto a los cuerpos y su valor o incluso a los gustos que estas puedan tener.
Como dice la historiadora Patricia González en su libro Cunnus (que puedes encontrar en la web aquí), desde tiempos romanos ya se utilizaban palabras relacionadas con la tierra para hablar de los genitales femeninos y de las mujeres, “un elemento pasivo que debe ser domado, trabajado y penetrado para obtener un fruto”, llegando en algunos casos a usarse de manera despectiva, mientras que “por el contrario, el hombre era comparado con el arado, también con los palos y las varas”.
Cómo ha continuado la historia no ha sido muy diferente en esencia. De hecho, si nos centramos en épocas más recientes y a la llegada del cristianismo, vemos un poco la misma mecánica. Se consideraba impuro y púdico todo lo relacionado con las relaciones sexuales, genitales, prácticas y placeres. Pero, sobre todo, si lo hacían las mujeres. El deseo de las mujeres quedaba en un segundo plano, incluso llegando a afirmar que no tenían o que solo existía para complacer al hombre.
De hecho, ¿no has oído eso de que una lesbiana lo es porque no ha conocido un buen hombre o un buen pene? De nuevo, nuestros deseos en relación a los suyos, como si todo lo que no tiene que ver con el pene y, por asociación, a los hombres, fuese menos. Que nos une con esa idea equivocada de que, si no tienes pene o no te “funciona”, eres menos hombre… pero esto lo dejamos para el día del hombre, que es el 19 de noviembre.
Como bien sabemos, algunas de estas ideas persisten hasta ahora: seguimos viendo relaciones sexuales basadas en la penetración, que casualmente es una práctica muy placentera (en general) para el hombre por cómo estimula el pene y la única que asegura la reproducción en las relaciones heterosexuales, pero no suele ser la práctica de preferencia femenina.
En la actualidad nos damos más cuenta de estas cosas aunque no las hayamos olvidado, pero hay algunas ideas que habíamos desterrado que vuelven con más y más fuerza. Por desgracia.
Nos encontramos con muchas mujeres que, en el nombre del “buen feminismo”, critican los deseos de otras, su forma de vestir, de ser o sus gustos. Que hay cosas inherentemente buenas y otras inherentemente malas. Que, si quieres hacer unas prácticas eróticas está bien, pero que si quieres hacer otras está mal. Como por ejemplo el BDSM, fantasías varias, diferencias de edades, uso de ciertos juguetes… ¿No es justamente eso lo que llevan haciéndonos toda la vida? ¿Diciéndonos como debemos ser y qué debemos desear, ser, vestir y disfrutar?
No existen las cosas que son universalmente buenas y malas. Existen cosas buenas o malas para cada persona. Y más cuando hablamos de algo tan personal e intimo como es la sexualidad. Por ello, no podemos permitir este retroceso. Si empezamos a categorizar en prácticas “buenas” y “malas”, acabaremos manteniendo relaciones que no queremos tener, y eso es todo lo contrario al bienestar y el placer.
No es muy diferente que le digas a una compañera que se tape y que está mal que se ponga un escote al “guarra” que te decían hace años por lo mismo. No es diferente que critiques que me gusta disfrutar de mis relaciones al “puta” que escuchábamos antes. Estamos dando marcha atrás mientras hacemos un lavado de cara a todas estas cosas, que en esencia son lo mismo pero cubierto de purpurina.
Si tenemos esto claro, ¿por qué está pasando? En esencia por una radicalización que nos lleva, sin darnos cuenta, cada vez más hacia el neopuritanismo. Y esta es la misma mierda machista y patriarcal, pero cubierta de brillos.
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