Como dice el meme que lleva circulando por ahí unos cuantos días… la semana será Santa, pero ¡nosotras no! De hecho, desde Pimentón Dulce queremos aprovechar que la Semana Santa es un momento típicamente religioso para explicar algunas cosas sobre cómo afecta la tradición judeo-cristiana que tenemos en nuestro país a nuestra cultura, sexualidad y manera de relacionarnos.
Y es que no podemos escapar de la tradición en la que llevamos cientos y cientos de años, por mucho que queramos. Esta cultura, lo es todo. De ahí vienen algunas ideas que seguimos arrastrando a día de hoy: la virginidad, el ideal de pareja, el matrimonio, las pasiones… ¡y estos son solo algunos! Tendremos que dejar hueco para hablar de ella en muchas otras ocasiones.
Uno de esas cosas que viene tan influida por el cristianismo es el ideal de pareja. Hagamos un ejercicio práctico: imagínate una pareja. Ahora mismo, mientras me lees. Una pareja, cualquiera. Genérica, estándar. ¿Cómo es esa pareja?
Seguro que en la mayoría de ocasiones se nos ocurre lo siguiente: una pareja monógama heterosexual, cis,… que vivirá junta, que tendrán hijos (o intención), que se casarán (o intención tendrán)… Y toda esta idea viene del cristianismo, porque durante años esto es lo que, por normal, se nos imponía que debía ser.
Ahora sabemos que ese ideal de pareja lo podemos romper en cualquier momento. Tenemos claras algunas cosas, como que no todo el mundo es hetero, que hay personas que quieren casarse y otras que no, o que unos querrán tener hijos y otros no. Pero, aun en el año 2022 hay otras cosas con las que nos cuesta bastante romper, como lo de la convivencia, la monogamia o un montón de cosas referidas a límites internos entre las parejas, así como lo referido a los placeres.
Cada persona tiene sus límites y son esos los que tiene que poner encima de la mesa para crear los acuerdos que serán lo que configure la pareja. Tampoco debemos dejarnos llevar por esa creencia (también dentro de esa idea) de que el amor no se cuida o no se trabaja, porque en la pareja ese amor tiene que ver con esos acuerdos y esos límites, no solo con los sentimientos que tengamos.
Creemos que las parejas tienen que parecerse a ese ideal que nos han metido entre ceja y ceja, que de alguna manera tienen que encajar. Pero resulta que no, que nadie tiene que decirte lo que te gusta o lo que no o cómo configurar tu relación. Ni la cultura, ni la sociedad, ni Rita la Cantaora.
Las parejas tienen que parecerse a los miembros que las forman, no a un ideal externo y social. Porque intentar encajar en ese ideal solo nos hará infelices a nosotros y a las personas con las que estemos.
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