Ya lo cantaba Bebe en esa canción que ahora es casi un himno. Que vas a ser la mujer que te de la gana de ser. Pues justo de eso va a ir el post de hoy: de las mujeres que somos cada una de nosotras.
El sexo, desde la sexología, no tiene que ver con follar (o no solamente, vaya). Ni con los placeres. Ni tampoco con los genitales. Que yo entiendo que escuchamos la palabra “sexo” y a cada uno se le vienen a la mente una serie de cosas. Pero en realidad, tiene que ver con lo que cada uno somos, con los sexos, con nuestra identidad. En este caso que hablamos de la mujer, con ser mujer y cómo somos cada una, de la diversidad, de como nos vivimos y de a qué ligamos nuestra identidad de mujer.
Si reuniésemos a 10 mujeres en una sala que no se conocen de nada, cada una sería diferente y cada una daría peso sobre su “ser mujer” a cosas diferentes. Algunas coincidirían en determinadas cosas, pero la lista de cosas que para ellas pesan y las hacen identificarse con una mujer no tiene que ver con lo que objetivamente es una mujer, sino con la idea que tienen ellas de lo que es ser mujer y con lo que cada una de ellas se identifique.
Eso, es diversidad. Todos los sujetos sexuados (porque nadie se libra de la sexuación) somos diversos. En palabras de Efigenio Amezúa, padre de la sexología en España: «Somos distintos, no únicos. Ser únicos es muy aburrido. Y triste. Ser sexuados es ser distintos unos de otros. Y lo más atractivo es ser unos con otros. Ahí está lo importante de la educación de los sexos«.
Es decir, somos diversos, y esa diversidad, esa sexuación, es la que hace que seamos unos con otros. Que te guste Fulanito y no Menganito. Que te atraiga Pepita y no Gertrudis. Que seamos, cada una de nosotras, como somos, y que tengamos personalidades distintas, gustos distintos, cuerpos distintos y un proceso distinto, porque venimos de una biografía diferente cada una. Y, claro, que cada una le de una importancia a unas cosas y otras.
Unas mujeres tienen vulva, algunas menstrúan, otras tienen pene. Unas quieren ser madres, otras no quieren, y las hay que no pueden. Algunas quieren casarse, pero otras no quieren ni tener pareja. Unas tienen el pelo más largo y otras más corto. Unas son más altas y otras más bajas. Otras más gordas y otras más delgadas, otras con más vello y otras sin nada. Unas con más pecho y otras con menos. Todas diversas, todas importantes, todas mujeres.
No hay una manera buena o mejor de ser mujer. Tampoco de ser hombre. Ni en lo físico, ni en lo psicológico, ni en los gustos, ni en los hobbies, ni en los genitales, ni en el color de la piel, ni en las prácticas sexuales… Ninguna mujer debe quedarse atrás, porque ninguna es más mujer que otra por encajar en la idea social de lo que la mujer debería ser.
Todas somos las mujeres que somos y que nos de la gana de ser.
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