Cuando hablamos de 8M hablamos, irremediablemente, de lucha. Este día, antes llamado día de la mujer trabajadora, nos pone en valor desde muchos puntos de vista, y nos ayuda a explorar lo que somos como las mujeres que somos, cada una diferente.
Y algo por lo que las mujeres llevamos tiempo luchando sin descansar es porque se nos reconozca nuestra sexualidad libremente y sin tapujos. Incluyendo, como es lógico, el deseo en toda esta ecuación.
El deseo es una cosa compleja, no nos engañemos. El deseo es esa chispa que enciende la mecha y que mueve toda la maquinaria del encuentro erótico, y es que sin deseos la cosa se complica bastante. Pero, igualmente, el deseo es una de esas cosas por las que nos tenemos que pelear.
Si bien antes no se tenía en cuenta nuestro deseo, se creía poco importante y se negaba que pudiésemos disfrutar de las relaciones “como lo hacen ellos”, ahora pasa a un segundo plano por otros motivos y es que cargamos nuestro deseo de obligaciones: cómo hacer, qué hacer, no te olvides de esto, ni de lo otro, ni de aquello, trabaja, cría, disfruta, folla, sal con tus amigas, qué vamos a comer hoy, pon lavadoras, tienes una reunión, llama al cole del niño, médico a las 10 de la mañana, hay que limpiar el suelo, paga las facturas, lleva al perro al veterinario, hace mucho que no hacemos nada juntos, vaya como tengo la casa, estoy agotada…como para no estarlo, ¿no?
Una de las mayores lacras para el deseo es justamente esa, tenemos tantísima carga encima que nos cuesta disfrutar sin pensar en nada más. Desconectar y disfrutar es prácticamente imposible si tengo la cabeza a mil revoluciones por segundo. Porque nuestra entrada en el mercado laboral no vino acompañada de una reducción del resto de trabajos que hacíamos como la casa, la crianza o la pareja, sino que simplemente se fueron sumando.
Pese a que es cierto que ahora cada vez hay más parejas conscientes de esto y que hacen un reparto más eficiente de las responsabilidades de la familia, la casa y la pareja, a veces no es suficiente. Porque la carga mental existe, y no es solo hacer las tareas sino darse cuenta y tenerlas retenidas en la mente hasta que se hacen, que se juntan a nuestros propios miedos o inseguridades, a nuestras preocupaciones personales, laborales… ¿cómo no va a afectar esto al deseo?
El principal problema es que el deseo acaba convirtiéndose en una lucha constante, y en ultimo lugar, casi en una obligación. Quiero desear, pero a la vez tengo un contexto que me lo pone difícil porque igual no tengo tiempo, el poco tiempo que tengo estoy cansada y tengo la cabeza llena de otras cosas y al final siento que es casi una obligación, debo tener ganas por mi, por mi pareja o por lo que sea que me diga la sociedad en ese momento. Y algo que en principio es divertido, pasa a ser casi como un trabajo obligado y gris…
Pero no tiene por qué ser así. Hay muchas maneras de reconducir ese deseo, empezando por darme cuenta de qué es lo que esta ocurriendo y saber que el deseo no es único e inamovible toda mi vida si no que tiene muchas caras y se puede trabajar. El deseo cambia durante toda nuestra vida, solo tenemos que saber darle cabida a esos cambios y, quizá si hace falta, tener un acompañamiento adecuado.
Este 8M recuerda luchar por TODOS tus derechos: laborales, educativos, sociales, reproductivos… y sexuales. Que el deseo sea una lucha fuera de casa, para que cada mujer pueda vivirse como quiera, pero que no sea una lucha interna. Y si eso pasa, podemos ayudarte.
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