Aunque a muchos nos pueda pillar de sorpresa o con mucho más recorrido sobre erótica, juguetería y placeres, es innegable que la llegada del succionador de clítoris del Satisfyer ha sido un antes y un después en la consideración del placer de la mujer.
No significa esto que antes estuviésemos en un punto de no retorno erótico, pero si es cierto que, aunque existiesen juguetes, muchas personas seguían teniendo una visión equivocada o confusa de lo que era un juguete erótico o el comercio donde se compraban: ellos creían que si alguien utilizaba estos aparatos era para sustituirles y ellas que no había cabida para su placer en esas jugueterías imaginándose penes realistas vendidos en sitios oscuros, sucios y lúgubres…
Obviamente, esto no es lo que pensaba todo el mundo, porque juguetes y personas agradables, bonitas y abiertas de mente ha habido siempre. Pero con la llegada del Satisfyer se dio un fenómeno diferente, que es eliminar el gran parte del tabú entorno a estos juguetes.
De repente, dejamos de ver a los juguetes como enemigos o algo que esconder, sino que todo el mundo hablaba del satisfyer sin cortarse un pelo, e incluso vemos hijas que se los regalaban a sus madres y abuelas, como si fuese la cosa más normal del mundo (que lo es). De repente, hablar del placer y de la juguetería erótica no era algo obsceno, sino que era un aparato rosa, suave y con una forma muy alejada de un genital masculino venoso y realista.
Muchas mujeres que nunca habían experimentado con su cuerpo empezaron a hacerlo gracias al satisfyer y el placer femenino entró en la conversación como nunca antes.
…¿Cómo nunca antes? ¿Seguro?
Y es que, aunque la historia del satisfyer y su repercusión es innegable, ha habido otros momentos de la cultura popular que han ido acercando a la población general el uso de juguetes eróticos. ¿O es que de repente nos olvidamos de las campañas casi publicitarias que había para explicar el punto G y los aparatos diseñados específicamente para llegar a esa zona? ¿O los anillos vibradores que se vendían en la caja de los súpers y se anunciaban por la tele?
¿O nos olvidamos de los momentazos que nos dieron algunas series y que revolucionaron la industria de la juguetería? Porque mucho antes de que el satisfyer apareciera en escena, hubo un pico de ventas también de dos juguetes gracias a Sexo en Nueva York, por ejemplo.
Por un lado, cuando Charlotte iba con las chicas a un sex shop para ver El Conejo y decía “pero si es rosita y el conejo tiene cara, es monísimo” y acababa utilizándolo día y noche. Por otro, cuando Samantha compra una vara masajeadora de cuello y se convierte en la gurú de la estimulación genital en lo que en España podría haber sido una sección del Corte Inglés.
Y esto son solo un par de ejemplos, seguro que hay muchos más. Y ambos vibradores se convirtieron en bestsellers.
Aunque es innegable que el satisfyer ha sido un boom y que ha llegado para quedarse, no pensemos que antes vivíamos una Edad de Piedra erótica, porque no es así. Ha habido otros momentos previos que hicieron posible el boom del Satisfyer.
Podríamos decir que el conejo caminó, para que hoy el Satisfyer pudiera correr.
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