En sexología, cuando hablamos de sexo no hablamos (o no solo) de lo que tenemos entre las piernas (es decir, los genitales), ni tampoco de lo que hacemos con ellos (las prácticas: penetraciones, placeres, orales, juguetes…). Sino que, cuando hablamos de sexo, hablamos de lo que somos. Sí, de lo que somos.
¿Y si yo ahora te digo que esto viene de la Antigua Grecia y que tiene mucho que ver con el concepto que tenemos de la media naranja? ¿Cómo te quedas?
Pues verás, para poder explicarte todo esto, tenemos que remontarnos al siglo I antes de Cristo, concretamente entre los años 385 y 370, que es cuando Platón escribió su obra El Banquete. En esta obra, Platón nos cuenta a través de varios personajes (filósofos reales, en concreto) diferentes versiones del amor (eros) y gracias a esta obra se crea el concepto de amor de Platón, el amor platónico.
Uno de esos relatos, el relato de Aristófanes en concreto, es el que nos importa para hablar de sexo y medias naranjas.
Es un cuento. Mejor dicho, es un mito. Sí, de mitología. Y en este mito, cuentan que…
Hace muchos años éramos sujetos redondos perfectos, que no podían abrazarse ni amarse.
Ser tan redondos les aburría, no hacían otra cosa más que molestarse unos a otros y los dioses, cansados de tener que intervenir, los cortó por la mitad. Y los cortó, los separó en dos. La palabra sexo, significa en griego cortar, y llamaron al resultado de la “masacre” sujetos cortados, es decir, sexuados.
Y diversos, porque ese corte, hizo que fuésemos conscientes de nuestras vulnerabilidades y no era recto, sino que dejaba muchas curvas y huecos, haciendo que cada uno fuese diferente del otro. Nos hizo ser diversos.
Desde entonces, todo empezó a ser nuevo y diferente. Nuevos olores, nuevas texturas, la novedad también de abrazarse. Y también, la de desearse, la de buscar a su otra parte, intentar reconocerse en el otro. Entonces intentaban ver donde encajaban, lo pasaban bien, si no era su otra parte se separaban y seguían buscando.
Su “otra mitad” podía ser masculina o femenina. Podía ser de todas las maneras posibles, ya que todos eran diferentes y únicos. Y su único deseo era encontrarse.
De este mito, que no deja de ser un cuento, es de donde sale el concepto de sexo que tenemos ahora en sexología: el sexo que somos. Y también, por desgracia, salió una mala interpretación, es la que nos deja esa explicación de las “medias naranjas” tan errónea.
Cuando hablamos de medias naranjas, hablamos de estar incompleto, pero en el mito de Platón nadie estaba incompleto, estaban perfectamente completos como estaban. Y ese deseo de encontrarse, no dejaba de ser eso, el deseo y la atracción que sentimos por los demás, no una necesidad de buscar a alguien que nos complete.
Como digo en las clases de educación sexual, no somos medias naranjas, no estamos a medias, no estamos incompletos ni necesitamos nadie que nos complete. Necesitamos alguien que nos comprenda y desee caminar a nuestro lado.
Puedes encontrar el libro El Banquete de Platón en nuestra sección de librería. Y también dejo por aquí la versión musical de la película Hedwig and the Angry Inch o la versión infantil de Efigenio Amezúa y Nadette Foucault.
¿Conocias esta historia? ¿Sabías que se había malinterpretado? ¡Te leemos!
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