A la hora de hablar de sexualidad, hay un colectivo que queda especialmente estigmatizado: las personas con alguna discapacidad. Antes de seguir con el post de esta semana, creo que deberíamos hablar de qué entendemos por “discapacidad” para entender a qué nos referimos.
La palabra “discapacidad” significa, etimológicamente, “capacidad diferente”, ya que se añade el prefijo “dis-”, que significa “diferente, distinto” a la palabra capacidad. Bajo esta premisa, todas las personas con capacidades diferentes a lo esperado entrarían en esta categoría, por lo que se vuelve muy amplia. Por ello, se suelen categorizar según sean físicas/motoras o intelectuales/psicológicas.
Pero vamos al tema que nos ocupa: ¿es cierto que las personas con discapacidad no tienen sexualidad?
Pues, obviamente, no. Otra cosa será que manifiesten sus deseos de manera diferente a lo “esperado” – sobre todo en el caso de discapacidades intelectuales – o incluso que no sepan cómo llevarlos a cabo o tengan que redescubrir su cuerpo – como en el caso de las motoras.
Discapacidades intelectuales
En el caso de la discapacidad intelectual, los estudios nos dicen que no presentan características sexuales específicas. Debemos tener claro que las personas con discapacidad intelectual tienen las mismas necesidades y deseos que puede tener cualquier otra persona de su edad o rango de desarrollo. Se enamorarán, querrán (o no) tener amigos, pareja, hijos, casarse, querrán disfrutar, tener experiencias… igual que cualquier persona.
Esto quiere decir que el mayor problema es el concepto que hay socialmente de su sexualidad y la carencia de educación sexual, tanto ellos como sus cuidadores (generalmente, sus familias). Se tiende a infantilizar, no dar responsabilidades… en resumen, a sobreproteger y a vigilarles constantemente.
Todo esto deriva en no saber qué es la intimidad y que no comprendan la diferencia entre lo que es público y lo que es privado. En general, muchas conductas que se asocian a la discapacidad intelectual (como podría ser masturbarse en sitios públicos) se podrían atajar si entendiesen que hay cosas que se hacen en público, otras en privado y que hay zonas que son íntimas para ellos, como su habitación por ejemplo.
Además, con estas personas (socialmente) no suele haber grises: o se ve blanco o se ve negro. O se considera que son angelitos que no tienen – o no quieren – hacer uso de su sexualidad (o hacerlo en el sentido más romántico de la palabra) o, si hacen uso de ella y experimentan, se les considera unos “salidos”.
Todo esto teniendo en cuenta que, si lo hiciese alguien de su edad sin discapacidad intelectual, no se consideraría de esa manera.
Discapacidades motoras
En el caso de las discapacidades motoras, no hay ningún problema cognitivo intelectual, no estarían dentro de la categoría anterior. En este caso, se suele considerar que, al haber algún problema físico, no quieran tener encuentros o no tengan deseos. Otro gran error.
Las personas con discapacidades motoras tienen deseos y ganas de experimentar, y el mayor obstáculo es posible que no sea físico sino social: estas personas quieren ser objetos de deseo y sujetos deseantes de pleno derecho.
En resumen, en el amplio campo de las discapacidades, existen deseos, erótica y placeres que no hemos de menospreciar sino que, al contrario, deberíamos cultivar y aprender a erotizar.
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